La imagen es de aquí |
En la práctica diaria de nuestro trabajo
asistencial en el PAC atendemos a población adulta y a un número nada
desdeñable de niños. Si habitualmente nuestro trabajo se mueve en la
incertidumbre y nos asaltan las dudas, todo esto cobra más importancia cuando
el paciente en cuestión es un niño, y qué decir tiene que además la relación
entre la edad del mismo y las dudas es inversamente proporcional: cuanto más
pequeño es el paciente, el nivel de incertidumbre y las dudas son mayores, o
¿no?
Hace unos días estaba de guardia con una R4 de
familia y acudió a consulta una pareja con su bebé de 17 días que había vomitado
en tres ocasiones ese día; no contaban cambios en la deposición, tampoco
rechazo de las tomas de biberón ni fiebre ni cuadro catarral infeccioso en los
días previos.
La recién nacida presentaba un TEP estable: buen
color, sin lesiones exantemáticas en piel, atenta (todo lo que se puede esperar
de una pequeña de apenas dos semanas de vida), y sin trabajo respiratorio; no
tenía fiebre y la saturación de oxígeno también era normal. En la exploración
no destacaba nada: una fontanela normotensa, una auscultación cardiopulmomonar
sin ruidos sobreañadidos y un abdomen que a la palpación no impresionaba de
doloroso.
Con estos datos, tan poco clarificadores, (que
por otra parte nos dieron tranquilidad) y dada la corta edad de la paciente la
derivamos al centro hospitalario de referencia. Allí, tras valoración y nueva
toma de constantes, solicitaron una ecografía abdominal para descartar un
cuadro de estenosis hipertrófica de
píloro (EHP) que fue normal y una tira reactiva de orina que también fue
normal. Estando en urgencias hizo otro vómito y, aunque las pruebas no daban
resultado alguno, decidieron ingreso para observación. A las horas comenzó con
fiebre >38ºC por lo que, como podéis suponer, le realizaron todas las
pruebas complementarias que os podáis imaginar: analítica con leucocitosis, PCR
alta y procalcitonina también elevada, hemocultivos, urocultivo de micción
obtenida por sondaje que fue positivo, punción lumbar, Rx de tórax. Ha estado
ingresada por una infección urinaria con tratamiento antibiótico endovenoso de
amplio espectro, ha presentado una buena evolución y ahora, ya de alta, está
pendiente de consulta con nefrología.
El vómito se define como la expulsión violenta
del contenido gástrico por la boca, debe diferenciarse de la regurgitación que
es el paso de contenido gástrico hacia el esófago y la cavidad oral sin
esfuerzo como ocurre en los casos de RGE (reflujo gastro esofágico). Es un
síntoma muy frecuente en los niños y muchas veces forma parte de diferentes cuadros
digestivos, infecciosos…Podríamos decir que en la práctica cualquier enfermedad
puede cursar con vómitos.
La etiología es muy diversa y en los niños
atendiendo a su edad el diagnóstico más probable es diferente; así en los
recién nacidos y lactantes suelen deberse a malformaciones u obstrucciones
digestivas ( atresias, EHP…), a infecciones digestivas , urinarias, a RGE, y en
los niños más mayores a causas infecciosas (GEA) , trastornos neurológicos,
hipertensión endocraneal…
En el caso que nos ocupa y sin más datos que
apuntaran hacia un cuadro infeccioso cuando llegó a urgencias, por la corta
edad de la recién nacida, pensaron en la posibilidad de una EHP, entidad que
afecta sobre todo a recién nacidos en la 2ª-3ª semana de vida, más frecuente en
niños que en niñas, cuya causa exacta se desconoce y que es debida a un
estrechamiento en el píloro por engrosamiento del mismo que dificulta el paso
del contenido gástrico al duodeno y que cursa con vómitos “en
proyectil/escopetazo” tras las tomas y que si son mantenidos en el tiempo
pueden ser responsables de cuadros de deshidratación y de retraso en la ganancia
de peso.
Para su diagnóstico nos basaremos en una buena
historia clínica y en la exploración física que habitualmente muestra a un bebé
con buen estado general; en los casos de larga evolución podríamos encontrar
signos de deshidratación con piel seca, escasas lágrimas con el llanto y/o
pañales secos, en la palpación abdominal podríamos notar una masa en forma de
aceituna “la oliva pilórica” debida a un píloro engrosado, pero el diagnóstico
definitivo nos lo dará la ecografía abdominal, y el tratamiento es quirúrgico
realizando una pilorotomía extramucosa de Ramstedt.
Mirando un poco diferentes fuentes de información
(Fisterra, Anales de pediatría…) para esta entrada os remito a echar un vistazo
a los protocolos de la página de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria, están en
abierto y abordan múltiples temas, en este caso el del “Manejo del niño
vomitador”.
Esta entrada nos la ha facilitado Cris Ibeas, médica del PAC de la OSI Bidasoa: mila esker, Cris!
No hay comentarios:
Publicar un comentario