Cuando atendemos a un paciente
con un problema de salud grave y la historia acaba bien nos sentimos muy
contentos y muy recompensados. Sin embargo, hay otros triunfos mucho más
humildes y no por ello menos satisfactorios. Me refiero a esas situaciones en las
que la relación con nuestros pacientes tan sutil, tan frágil como una tela de
araña labrada día a día, parece transformarse, así de pronto, en un bordado.
SONIA
Se le durmió medio cuerpo y su
lengua buscaba torpe las palabras. Luego, unos días en el hospital y una
certeza: su cerebro afectado por las drogas se había vuelto loco temporalmente.
Demasiado joven, demasiado dolor en su cuerpo casi adolescente.
Ahora la lengua perforada por un
piercing insolente recupera poco a poco su función. Su cuerpo ha recobrado el
movimiento, y su cerebro se esfuerza en mandar aliado con su corazón.
Sonia es muy joven; su oscura
mirada impresiona tanto por su belleza, como por su profundidad. En los últimos
meses ha venido en varias ocasiones; al principio altanera y descarada, ahora receptiva y sonriente. Muchas son sus
quejas somáticas: me duele la cabeza, tengo un mareo, me han salido unos
granitos…Pero Sonia viene, yo creo, sobretodo, para hablar de sí misma. A veces
de forma tímida y otras desafiante me cuenta retazos de su vida: las broncas
con sus padres, las relaciones con su novio, su trabajo, sus temores, sus
esperanzas…Sonia habla de su vida anterior con desparpajo, su crudeza a veces
me estremece: ¡es tan distinta su juventud a la que, según recuerdo, fue la mía…!
Sonia no está dispuesta a aceptar
leyes de fuera y mucho menos mías, pero a su manera me pide apoyo. Por eso creo
que se sorprende cuando intervengo tan poco: apenas hablo, después de todo es
ella quien debe trazar su camino. Pero sé que escucha con interés cuanto le
digo; sé que escucha más allá de las palabras que muchas veces son sólo
monosílabos.
Creo que empieza a comprender que
nuestra verdad es cambiante y que la vamos fabricando día a día, con dolor y
con amor. Sonia empieza también a valorar la libertad, la que nace de dentro
sin pedir permiso. Sonia creía ser libre y fue necesario que el mundo, su
mundo, se volviera mudo para que aprendiera a escucharse. Sonia se quiere ahora
más de lo que se quería antes, no hay duda.
La última vez, antes de que se fuera, me
atreví a darle un consejo: con responsabilidad, Sonia, y desde la libertad.
Sonia está madurando, justo antes
de cerrar la puerta me regaló una sonrisa y su boca se abrió para decirme
“¡gracias!”.
A veces, ¡y mira que lo odio!,
merece la pena madrugar.
Verano 2001
No por casualidad encontre este txoko. He encontrado caricias escritas, sensibilidad, literatura,profesionalidad..........
ResponderEliminarNo es nada facil decidir que leer, estamos bombardeaos Conozco la importancia de saber escuchar, se escucha con el cuerpo, y si no te interesa lo que oyes el interlocutor lo pilla. Sonia ha entendido que tu pretension era leve y discreta, que no querias aleccionarle y que le acompañas en el viaje. Tela. Es arriesgado jugar a psicologos pero se escucha con el cuerpo y sin pretensiones, eso se llama trasferencia.
Jose
ZORIONAK MARILIS
¡Ufff! ¡Me siento muy halagada con tus palabras! Espero no envanecerme demasiado...¡Gracias, gracias, gracias!
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