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En esta ocasión se trataba de un paciente varón que acudía por unas lesiones cutáneas muy pruriginosas de un par de meses de evolución. No tenía clínica general y había acudido durante este tiempo a su médico de cabecera quien había intentado tratamiento con antihistamínicos y corticoides tópicos sin que el paciente experimentara mejoría; finalmente estaba pendiente de valoración por especialista y con una cita programada para unos pocos días más tarde de que acudiera a nuestro servicio. Las lesiones eran variopintas: pápulas de pequeño tamaño eritematosas, algunas de aspecto hemorrágico, coexistían con abundantes signos de rascado, distribuidas por todo el cuerpo, menos abundantes en espalda y más llamativas en codos, axilas, muñecas, dedos de las manos, ingles y cara interna de los muslos; también en genitales en donde se apreciaban lesiones de aspecto costroso...Para acabar de liarla, tenía unas placas psoriásicas en codos, rodillas y alguna submamaria que el paciente ya tenía de antes...El quid del asunto estaba en que el paciente me confirmó que el prurito nocturno era insoportable y que un par de familiares cercanos, aunque no convivían con él, habían presentado un cuadro similar antes de que el comenzara. Vivía solo. Se me encendió esta vez la lucecita y me puse a buscar el surco acarino...¡Uff, con poca fe, la verdad! Me pareció ver alguna rayita en las muñecas y dedos que podrían corresponder a estas lesiones, pero ya digo, con poca fe.
De cualquier modo, le propuse tratamiento con permetrina y le expliqué los otros aspectos del tratamiento ante una sospecha de sarna. A los días le vio el dermatólogo; confirmó la existencia de surcos y demás lesiones en relación a la sarna y como persistía algo de prurito, aconsejó repetir tratamiento. Fin de la historia.
Os dejo el enlace a Dermapixel que os servirá para recordar este tema; supongo que muchos de vosotros lo seguís, yo soy una entusiasta de este blog: ¡me encanta!
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