Hace unos días, mejor unas noches, andaba yo zapeando con el mando de mi tele y dí por casualidad con un documental sobre Gustavo Dudamel, joven músico y afamado director de orquesta venezolano del que había leído antes alguna entrevista, que me enganchó por completo. El documental, titulado "La música de la esperanza", refleja el trabajo y el proyecto en el que colabora, en una inmensa escuela de música para niños y jóvenes, el Sistema, y que está dando hermosos frutos. Como el propio Gustavo dice, no es solo una escuela de músicos, sino todo un proyecto educativo; una escuela de valores. A pesar de que era muy largo lo vi en su totalidad, emocionada al contemplar y escuchar las voces y los instrumentos de sus jóvenes protagonistas, muchos de ellos de humilde origen y que a pesar de los mil problemas y dificultades aúnan sus esfuerzos y nos regalan, y se regalan, toda la belleza de la música. Contemplar el magnífico espectáculo de sus ensayos, su entrega, su ilusión, su seriedad, es una gozada...
En estos tiempos tan necesitados de ilusiones, de esperanza, tal vez de fe en lo que hacemos, me da por pensar que ojalá tuviéramos "directores" impetuosos, capaces de ilusionar, capaces de dirigir con alegría, con la cabeza y con el corazón, con maestría y precisión, como un director de orquesta, como Gustavo...y ojalá que nosotros fuéramos capaces de reproducir fielmente la melodía; con entrega, con pasión y seriedad, creyendo en lo que hacemos, poniendo también la cabeza y el corazón en cada nota...como una orquesta. Y ojalá que el producto de nuestros esfuerzos fuera tan bueno como lo es el trabajo de estos chavales.
Os dejo con su música bajo la brillante y apasionada batuta de Gustavo Dudamel.
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