Releo alguno de mis relatos, de estos y de otros que no están aquí
colgados, y me doy cuenta de que una de las palabras que más aparece es
“ternura”…Aún a riesgo de resultar ñoña, reconozco que me gusta esta palabra.
Hay palabras que te gustan más que otras, hay también otras que te parecen
horribles.
Ternura. Me gusta su sonido: me gusta como la u se alarga
imperceptiblemente, se demora perezosamente y se enlaza luego con esa erre suave,
que suena a rumor de olas. Y cuando la pronuncias, los labios apenas se abren, se deslizan las tres silabas suavemente y la
voz se agrava sin pretenderlo; es una palabra, yo creo, ideada para decirla
susurrando, en voz bajita…
Pero más allá de la fonética, me gusta su significado, aquello que se
quiere expresar a través de este término. La ternura es una suerte de cariño
bondadoso, es un toque de dulzura que no empalaga; es una calidad de amor que no interroga, que
da calor pero no asfixia; es como
acariciar con la mirada, como tocar con los dedos del alma. Ternura es lo que
sientes cuando contemplas a un niño pequeño dormir, cuando adivinas la calidez
del aire que exhala en cada pausada respiración, cuando te maravillas de su
delicada piel, cuando miras sus pequeñas manos abandonadas al sueño y las
imaginas luego transformadas en mariposas inquietas repletas de vida…
Ternura es lo que destilan las manos de quien prepara la comida para
los suyos; las manos diestras que, como distraídas, limpian, trocean,
condimentan, se lavan y se secan repetidamente y reparten, finalmente, lo
guisado en los platos que tienen nombre y dueño conocido. Ternura es lo que
empuja a las manos del que trabaja para que no te falte nada; las mismas que, a
veces, te ponen freno también al deseo caprichoso…
Ternura es la palabra que te regala alivio en la tristeza, la que se
alegra de tu triunfo, la que te consuela en el llanto, la que ríe porque estás
alegre. Es también la palabra que no nace y se queda al borde de los labios
porque no encuentra el modo de decirte aquello que te hace falta; es la palabra
silenciada que no hiere y, en ocasiones, es aquella que, amable, aun no dicha
te acompaña…
Ternura es la mirada que no escruta, la que no juzga; es la mirada que
te nombra, la que te fabrica cada día, la que te hace sentirte bien; la que te
desarma y te convierte en un abrazo prolongado. Es la mirada tamizada de un
anciano, la mirada inocente de un niño, la mirada chispeante de quien tiene la
vida por delante, la mirada fiel de ese chucho que se te acerca de pronto en la calle reclamando
una caricia temeroso…
Ternura es lo que convierte un trayecto en un autobús junto a una
amiga, sin apenas conversación, en silencio, en un regalo compartido. Ternura
es que te escuchen más allá de lo que dices, que te adivinen; que te manden un
mensaje por el móvil aunque no sea tu cumpleaños, que te perdonen porque no
recordaste la fecha señalada…
Ternura es volver a casa con tus hijos dormidos en el coche, al
atardecer, hace ya tiempo, y que se crucen las miradas y que toques la mano que
lleva el volante apenas un instante y sientas ganas de cerrar los ojos y parar
el tiempo, detenerlo y grabar cada detalle en la memoria…
La ternura es, creo, esa mezcla
de sentimientos que me viene a la cabeza cuando pienso en aquellos que yo
quiero; es amor sin estridencias...
Bello, suave, dulce, tan sutil y claro como pintar la trasparencia.
ResponderEliminarUnos minutos de placer.
Tierno!
Zorionak!
Jose
Mila esker! Me alegra saber que te ha gustado...somos muchos los adictos a la ternura!
ResponderEliminar