Para compartir, en especial con aquellos a los que, como a mí, se les caducan los yogures en el frigorífico, tienen más sitio en casa y en los armarios, y el nido (¡ay!) más vacío...
Ley de vida
A pesar de que sabe que debe ser así, de que tiene que estar contenta, siente un nudo en la garganta. Pasa los días como de puntillas, sin detenerse a pensar demasiado, es mejor así…O tal vez es que no sabe hacerlo de otra manera; hace ya tiempo que temía este momento. Le irrita que le digan que “es ley de vida”: ¡ya lo sabe! Pero no le gustan las cartas de la baraja con las que ahora le toca jugar. No, no le gustan.
Echa de menos el ruido de su llave al abrir la puerta, su presencia bulliciosa, sus movimientos rápidos, siempre parecía tener prisa…Y recuerda con una sonrisa lo atolondrado que era de pequeño, aquel genio que tanto le preocupaba, sus rabietas, su pelo tieso y su mirada inquieta e inocente. Sus pequeñas manos jugueteando una y otra vez con las canicas de colores, sus pantalones rozados en las rodillas, los pelillos pegados por el sudor en las sienes, su risa de jilguero, su forma de caminar como a saltitos, la paz que destilaba cuando, cansado, por fin se dormía…Y echa de menos a aquel adolescente de gestos bruscos, de incipiente y escasa barba , echa de menos su pelo largo y liso, sus desaires ocasionales, su genio vivo, su indolencia, su caminar desgarbado, su mirada viva, su bolsa de deportes instalada casi perpetuamente donde más estorba, su forma de pedir disculpas, su beso al llegar a casa, su abrazo inesperado…Echa mucho, pero mucho, de menos su voz de hombre joven, la mirada cómplice cuando menos lo esperas, la charla al mediodía sentados a la mesa, su ayuda cuando tienden la ropa o vacían el lavavajillas, su compañía silenciosa mientras ven una peli insulsa en la tele, sus suspiros de desesperación mientras le explica algún “misterio” informático que ella nunca es capaz de entender a la primera…
Echa de menos todas y cada una de las mañanas de los últimos veinticuatro años en las que ella pensaba de cuatro en cuatro y que ahora se han transformado en tres más uno…Y aunque sabe de sobra que nada es para siempre, maldice la tiranía del tiempo que pasa y anima al pajarillo a dejar el nido que le vio crecer y le empuja a construir el suyo propio.
Ella sabe que se acostumbrará a su ausencia; después de todo, ¡es ley de vida! Buena suerte, feliz vuelo, que el viento sople a tu favor.
Ley de vida
A pesar de que sabe que debe ser así, de que tiene que estar contenta, siente un nudo en la garganta. Pasa los días como de puntillas, sin detenerse a pensar demasiado, es mejor así…O tal vez es que no sabe hacerlo de otra manera; hace ya tiempo que temía este momento. Le irrita que le digan que “es ley de vida”: ¡ya lo sabe! Pero no le gustan las cartas de la baraja con las que ahora le toca jugar. No, no le gustan.
Echa de menos el ruido de su llave al abrir la puerta, su presencia bulliciosa, sus movimientos rápidos, siempre parecía tener prisa…Y recuerda con una sonrisa lo atolondrado que era de pequeño, aquel genio que tanto le preocupaba, sus rabietas, su pelo tieso y su mirada inquieta e inocente. Sus pequeñas manos jugueteando una y otra vez con las canicas de colores, sus pantalones rozados en las rodillas, los pelillos pegados por el sudor en las sienes, su risa de jilguero, su forma de caminar como a saltitos, la paz que destilaba cuando, cansado, por fin se dormía…Y echa de menos a aquel adolescente de gestos bruscos, de incipiente y escasa barba , echa de menos su pelo largo y liso, sus desaires ocasionales, su genio vivo, su indolencia, su caminar desgarbado, su mirada viva, su bolsa de deportes instalada casi perpetuamente donde más estorba, su forma de pedir disculpas, su beso al llegar a casa, su abrazo inesperado…Echa mucho, pero mucho, de menos su voz de hombre joven, la mirada cómplice cuando menos lo esperas, la charla al mediodía sentados a la mesa, su ayuda cuando tienden la ropa o vacían el lavavajillas, su compañía silenciosa mientras ven una peli insulsa en la tele, sus suspiros de desesperación mientras le explica algún “misterio” informático que ella nunca es capaz de entender a la primera…
Echa de menos todas y cada una de las mañanas de los últimos veinticuatro años en las que ella pensaba de cuatro en cuatro y que ahora se han transformado en tres más uno…Y aunque sabe de sobra que nada es para siempre, maldice la tiranía del tiempo que pasa y anima al pajarillo a dejar el nido que le vio crecer y le empuja a construir el suyo propio.
Ella sabe que se acostumbrará a su ausencia; después de todo, ¡es ley de vida! Buena suerte, feliz vuelo, que el viento sople a tu favor.
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